martes, 6 de septiembre de 2011

Leyenda Urbana 1.0

 Szomorú Vasárnap, la canción suicida húngara


     También conocida como "Gloomy Sunday" o "Domingo triste", Szomorú Vasárnap es una canción hecha por el pianista y compositor autodidacta húngaro Rezső Seress (música), y por su compatriota, el poeta Laszlo Javor (letra), allá por los años 30.
 Se le atribuyeron más de 17 suicidios en aquella década, una verdadera ola de muertes misteriosas en la más absoluta nostalgia, impulsadas por el martirio del piano más melancólico del siglo pasado. Tal fama valió la censura de la canción en el país por mucho tiempo.
 Dicen que hasta hoy son más de 100  las almas atormentadas en el mundo que han hecho alusión a esta canción en sus notas suicidas.
 Dicen que Laszlo Javor escribió la letra inspirado en su novia, quien como única despedida antes de cruzar la puerta de su casa para mas tarde morir por desición propia, dejó en una hoja blanca las palabras: "Domingo triste".
 Dicen que en 1968, el propio Serres tocaba la canción cuando se quitó la vida saltando desde un balcón.
 En realidad son muchas las cosas que dicen, pues también son muchas las historias que rodean a esta canción tan particular, y aunque probablemente ninguna de ellas es cierta; la verdad es que para cualquiera que haya tenido la oportunidad de oirla, ya no le es dificil imaginar que más de algún pobre humano cegado por las penas lapidarias de sus propios demonios, haya puesto fin a su vida... antes, después o mientras escuchaba las profundas, enigmáticas y hermosas notas del Szomorú Vasárnap, canción forjada en el seno de la tristeza y el suicidio mismo.





 

lunes, 5 de septiembre de 2011

Montaña

    Vendaval brioso, con bruscas caricias resucita mi pringoso rostro moribundo.
    Fría agua pura, inquieta, escurridiza, serpentea burlesca por inhóspitos rincones remotos, alejada del mundo moderno, del cruel libertinaje con mascaras de progreso, del hombre común.
    Buscamos razones, destinos, extremos infinitos, y en patética monotonía dejamos pasar el irreversible conteo único, lo único que sin saber buscamos y que resulta ser lo único que importa.
    En un cielo nuboso la imponente montaña se viste con la superposición de todos los colores, visible solo por los soñadores en longevas alturas semi vírgenes, desconfiadas, resignadas, amedrentadas por lo inevitable.
    El mutismo escolta al viajero en la travesía, y bajo la mirada materna de la cellisca más hermosa que se haya visto, el hombre verdadero al fin respira profundo, libre del letargo, deja de existir y por primera vez vive.
    Al Oeste, a lo largo de la trayectoria de la lejanía, la ciudad revela finalmente la identidad que celosamente escondía , y luce como ha sido siempre, frágil, diminuta e insignificante.